México ¿Cómo vamos?
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Principios clave para el Índice de Bienestar de AMLO

Por: Álvaro Rodríguez Arregui (@alvarodrigueza)

 
27 de Octubre del 2020

Publicado en Animal Político.

El desarrollo social es un indicador fundamental del desempeño de una economía. Después de casi dos años de hablar de ello, parece que el gobierno del presidente Andrés Manuel López Obrador finalmente va a presentar un Índice de Bienestar de las y los mexicanos. La clave para que ese Índice sea útil es que su registro se haga a partir de indicadores medibles y de una metodología que le permita ser un instrumento objetivo, que pueda replicarse en el tiempo y, así, permita comparar el avance del bienestar de las personas.

Cuando hace más de 10 años lanzamos el Índice de Progreso Social (SPI por sus siglas en inglés), teníamos claros estos elementos: mediciones objetivasmetodología y capacidad de replicarlo en el tiempo y en distintas latitudes. Con la ayuda de académicos de la Universidad de Harvard y el Massachusetts Institute of Technology -dos de las instituciones académicas más prestigiadas del mundo- establecimos una serie de principios básicos bajo los cuales se debía regir este Índice:

1. Indicadores exclusivamente sociales y ambientales. Reconocemos que el registro del Producto Interno Bruto (PIB) es una medida fundamental para documentar el crecimiento económico, pero insuficiente para medir el desarrollo y el bienestar de una población. Hay muchos elementos que son muy importantes en la vida de las personas que no son medidas por el PIB. Por ello, el SPI fue diseñado como una medida complementaria al PIB, por lo tanto, como parte del Índice, no podíamos tener indicadores económicos, sino solo indicadores sociales y ambientales.

2. Indicadores enfocados en resultados, objetivos y medibles. Era importante que el enfoque fuera en los resultados y no en las acciones o esfuerzos. Por ejemplo, lo importante es qué tan bien está educada la población y no cuánto gastamos en educación. En adición, tenían que ser mediciones objetivas, por lo que un indicador como la felicidad -que es una medida totalmente subjetiva y que depende de muchos factores culturales, no sólo del bienestar objetivo de una población- no resulta informativo para documentar el desarrollo de la población.

3. Un índice holístico. El progreso social o bienestar es el resultado de muchos elementos. El Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas, por mencionar una medición universal, solo comprende dos variables sociales: años de educación y expectativa de vida al nacimiento. Desde nuestra perspectiva ésta es una definición demasiado estrecha y pierde de vista muchos elementos del progreso social, como puede ser la prevalencia de enfermedades no mortales, la calidad medioambiental, la presencia de situaciones de violencia, o la privación de derechos básicos, que deterioran progresivamente la calidad de vida de las personas. El SPI utiliza más de 50 indicadores que abarcan un amplio espectro de variables en diversos rubros relacionados al progreso social.

4. Un índice aplicable. Si los datos no permiten diseñar diagnósticos y aplicar acciones, de poco o nada sirve el esfuerzo de crear un índice. Éste debía ser una herramienta para el cambio, no un registro más. Para ello, además de los principios arriba descritos, se requerían dos condiciones adicionales:

a) Un bajo costo para la integración del índice. Los indicadores debían provenir de fuentes existentes y confiables, utilizando la información disponible y no incurrir en erogaciones para el levantamiento de nuevos datos.

b) Que los indicadores se pudieran desagregar a nivel local, de forma que las acciones diseñadas a partir del diagnóstico puedan ejecutarse a nivel municipal o, inclusive, a nivel código postal. La metodología debía ser sólida pero flexible, de forma que permita llegar a ese nivel de granularidad.

5. Incorporar los retos del Siglo XXI. Cuando pensamos en progreso social, generalmente nos limitamos a temas como educación, seguridad, salud y vivienda. Estos son temas que sin duda son muy importantes. Pero en el Siglo XXI han surgido temas como la tolerancia, equidad e inclusión que son muy relevantes en el bienestar de una sociedad, por lo tanto, SPI debía ir incorporándolos.

En 10 años, el SPI también nos ha enseñado que el PIB es una métrica útil, pero no es destino si lo que queremos lograr es el desarrollo. Nuestro vecino del Norte – los Estados Unidos de América – ha tenido en los últimos 10 años un periodo de significativo crecimiento económico, pero al mismo tiempo su progreso social ha ido retrocediendo. Por lo tanto, no es suficiente enfocarse en el PIB, también nos debemos enfocar en progreso social.

Es por ello que el Índice de Progreso Social separa los aspectos sociales de los económicos: para poder entender mejor el desempeño de los países, las regiones, los estados y los municipios. La herramienta del SPI ayuda a comparar la calidad de vida de un país o una región frente a otras que tienen un nivel de ingreso similar. Con un índice bien hecho, podemos comprar a los Estados o a los municipios para ver quiénes avanzan más en el bienestar de su población.

 

El SPI ha demostrado que hay una alta correlación entre progreso social e ingreso per cápita. Esto probablemente ya era intuitivo, pero ahora está probado académicamente que existe una interdependencia entre progreso social y crecimiento económico.

En contraste, en el 2017, la Naciones Unidas definieron los Objetivos de Desarrollo Sustentable para el año 2030 (ODSs), incorporando 17 pilares con 247 indicadores, pero la mayoría de ellos no se pueden medir. Sin duda los ODSs lograron el objetivo de ser holísticos, pero ¿de qué sirven si no se pueden medir? Sería una lástima que el esfuerzo del Índice de Bienestar  de este gobierno cayera en la misma trampa y que no incorporara principios simples y claros, como los que tenemos para el SPI, a la vez que pueda ofrecer mediciones objetivas.

En 2020, México sufrirá un tremendo descalabro económico y el ingreso per cápita de la población sufrirá una merma significativa. Esto, desafortunadamente, ya es un hecho y no un mal augurio. Es vital que en el 2021 debiéramos poder retomar una senda de crecimiento. Pero, como ya nos enseñó el SPI, sin progreso social y un ambiente de bienestar conducente, difícilmente vamos a recuperar el crecimiento económico.

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