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¿Y si hacemos las cosas diferente?

Por: Valeria Moy

 
27 de Abril del 2017

Publicado originalmente en Animal Político 

¿Y si hacemos las cosas diferente?

Por: Valeria Moy (@ValeriaMoy)

Dicen por ahí –¿lo dijo o no lo dijo Einstein?– que la definición de locura es hacer la misma cosa una y otra vez esperando resultados diferentes. No sorprende lo evidente de la cita, lo que sorprende es la locura, dada esta definición, de nuestros programas sociales. No pretendo minimizar la complejidad del tema, ni tampoco caer en la trampa de las soluciones fáciles para problemas complejos. Tanto la pobreza como la desigualdad son problemas que nos afectan como sociedad en más de un sentido y su solución no es trivial.

Defina usted pobreza. Ahora pídale a sus amigos o a su círculo cercano que lo haga. Pídaselo también a alguna persona que usted considere que es pobre. Todas las definiciones serán distintas. Probablemente también lo serán las de las diferentes instituciones a nivel mundial que la miden.

He oído en innumerables ocasiones frases que sugieren que “todos tienen un teléfono inteligente, pero se dicen pobres para recibir dinero del gobierno”. También frases como “los pobretólogos solo quieren que se hable de eso y no de los avances” (con el debido tono despectivo en “pobretólogo”). Sin duda es un tema ríspido y sobre el cual será imposible tener a todos de acuerdo, pero es indispensable lograr algunos consensos.

El Banco Mundial establece un ingreso ajustado por paridad del poder adquisitivo (en términos muy sencillos, para lo que alcanza en una economía una unidad monetaria, típicamente un dólar para poder comparar) con el que considera que a una persona le alcanza para cubrir sus necesidades mínimas de nutrición, vestido y vivienda. Hoy ese ingreso es 1.9 dólares, en promedio.

Reconociendo que la pobreza tiene más de un ángulo, algunos países –México entre ellos y pionero en la materia– han optado por medirla de forma multidimensional, que si bien no es menos subjetiva que la unidimensional, al menos abarca más áreas. Aparte del ingreso de los hogares, la medición considera las siguientes carencias: rezago educativocarencia por acceso a los servicios de salud, de seguridad social, carencia en la calidad y los servicios de vivienda, y carencia alimentaria.

En México consideramos pobres a quienes tienen un ingreso por debajo de una línea de bienestar –la ampliada, que incluye la canasta alimentaria más otros bienes y servicios necesarios para la vida- y tienen al menos una carencia social. Para ser considerado pobre extremo hay que estar por debajo de la línea de bienestar mínimo –solo la canasta alimentaria– y tener al menos tres carencias.

Con estas definiciones, en el 2014, 46.2 % de la población se consideraría pobre y 9.5 % pobre extremo. Pasar esos porcentajes a número de personas suena apabullante: 55,341,556 personas y 11,442,303 respectivamente. Pero como estos datos se obtienen con poca frecuencia, hay otro indicador, el de la pobreza laboral. Este último calcula el porcentaje de la población a quien no le alcanza con su ingreso laboral (énfasis en laboral, el ingreso que proviene del empleo únicamente) para adquirir la canasta alimentaria básica. Ese porcentaje fue al cierre de 2016, 40%, más o menos 49 millones de personas. Hemos avanzado de forma importante en la cobertura de las carencias, pero poco en la parte de ingresos.

No dudo de la metodología del Coneval para hacer estas mediciones, tampoco dudo de los números. Pero dada la subjetividad e importancia del tema, es importante saber cómo comparamos con el resto del mundo y ahí las cosas se vuelven más complejas.

Si usáramos los datos del Banco Mundial, ese 1.9 dólares al día, evidentemente la foto es diferente. México, bajo esa medición, tiene 3 % de su población en pobreza y compara favorablemente con Colombia (5.7 %), Brasil (3.7 %), Perú (3.1 %). Gran diferencia.

En el Informe de Evaluación de la Política de Desarrollo Social 2016 recientemente presentado por el CONEVAL, aparte de las cifras mencionadas hay información que nos debería de dar herramientas para cambiar. Por ejemplo, hay 5,491 programas y acciones de desarrollo social. De esos más de 5 mil programas, 233 son federales, 2,528 estatales y 2,730 municipales. Simplemente es demasiado. Demasiados programas, demasiados recursos y poca, poquísima, rendición de cuentas y la puerta abierta a la corrupción.

De acuerdo al reporte, hay 37 programas “que tienen similitud al 100 por ciento con uno o más programas”. Hay programas que cumplen de forma individual con sus propios objetivos atendiendo a sus beneficiarios, pero que se contraponen con otros programas. CONEVAL advierte que la intervención gubernamental “ha terminado por fragmentar sus esfuerzos en una serie de acciones desvinculadas que, por tanto, no logran los resultados esperados”.

Si bien el tema no es ni remotamente sencillo, en términos muy simples (que no simplistas) estamos dedicando miles de millones de pesos a programas que si bien en el mejor de los casos logran disminuir alguna carencia, no logran disminuir la pobreza ni sacar a la población de los círculos de pobreza en los que viven.

Coincido en el aspecto multidimensional de la pobreza, reconozco que la disminución de las carencias es fundamental si queremos que eventualmente los niños que nazcan en una familia pobre puedan tener mejores oportunidades para escapar su destino. Eso es lo que tenemos que lograr. Valdría la pena cuestionarse si vamos por el camino correcto. Llevamos décadas en programas de transferencias gubernamentales. Dudo que estemos cambiando la dinámica.

Quizás estemos dotando a la gente de mejores condiciones, como piso firme en su vivienda, pero ¿estamos cambiando sus oportunidades para salir del círculo de pobreza? ¿Estamos cambiando la dinámica para que la población pobre pueda mejorar su ingreso y eventualmente sacar a su familia de esa situación? ¿O estamos proponiendo soluciones meramente asistencialistas? Los datos están ahí, saque cada quien sus conclusiones. Mientras sigamos haciendo lo mismo, no podremos esperar resultados diferentes.

* Valeria Moy es directora general de @MexicoComoVamos y profesora de Economía en el ITAM.

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