Por :Jorge Alonso Ortiz (@economicliberal)
Publicado en Animal Político.
Las letras del abecedario no solo son los átomos del lenguaje sino, últimamente, las protagonistas de la discusión sobre cuándo se recuperará la economía de México, pero el debate es bastante confuso y casi ininteligible para la mayoría de los ciudadanos, porque es muy difícil resumir en una sola letra lo que nos espera en los próximos trimestres y lo que me preocupa a mí e imagino que al resto de las y los mexicanos: ¿cuánto sufriremos económicamente en la recesión y cuánto durará? Es decir: ¿cuándo recuperaremos la normalidad económica a secas?
Podemos definir dos conceptos de recuperación. En el primero, que me imagino apela al sentido común de la mayoría de ustedes, una recuperación se produce cuando alcanzamos el nivel de Producto Interior Bruto real (PIB) anterior a la recesión. El segundo concepto es más exigente ya que una recuperación se produce cuando la economía alcanza, no los niveles de PIB real de antes de la recesión, sino los niveles de PIB que debería haber alcanzado la economía mexicana en ausencia de recesión, en este caso: antes del cambio de gobierno.
El PIB de la economía mexicana se situaba por aquel entonces en 18.97 trillones de pesos según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Cinco trimestres después México produce 17.97 trillones, un trillón menos que hace poco más de un año. Bajo las perspectivas de crecimiento de Banxico, lo más probable es que la economía mexicana experimente una contracción de -8.8% en 2020 (predicción con la que coinciden la gran mayoría de especialistas) por lo que el PIB se situará en 17.18 trillones de pesos, 1.65 trillones por debajo del último trimestre de 2019 y 1.79 trillones respecto del último trimestre de 2018. Si la economía hubiera continuado creciendo a su tasa típica, que los economistas llamamos de forma pomposa como “senda de crecimiento balanceado”, hoy afrontaríamos el coronavirus con 19.85 trillones de pesos, casi dos trillones más.
Si bien nos han dicho que lo que importa es el bienestar del alma y no la acumulación material, el erario público hubiera ingresado un cuarto de trillón de pesos en diversos conceptos. Aunque esta cifra es solo un 4.5% del presupuesto federal, se acerca a lo que el gobierno se va a gastar en PEMEX o lo que el gobierno se gasta en “Jóvenes Construyendo el Futuro” y los programas de pensiones no contributivas que en conjunto beneficiaron a casi 10 millones de mexicanos en 2019. Esta recaudación extra hubiera permitido el pago único de 9000 pesos a todas las familias, probablemente en el momento de sus vidas en el que más lo necesitan y hubiera podido hacer un bien mucho mayor si se hubiera centrado en quienes más los necesitan.
¡Menos mal que los hogares mexicanos son excepción y ejemplo universal de desapego hacia lo material!, porque si no sería muy doloroso despertar con un trillón de pesos menos. Como sugerencia, este dinero pudiera haber sido utilizado por los hogares para alquilar, comprar o mejorar la vivienda en la que ahora pasamos tanto tiempo. Podrían haber gastado ese dinero en internet y equipos de cómputo, ahora que es la forma más segura de seguir en contacto con familia y amigos. En el fondo ¡da igual!. Los hogares mexicanos hubieran sido más felices gastando más dinero en lo que les hubiera dado la gana.
¡Qué alivio que el gobierno prometa crear 2.5 millones de empleos formales en medio año!, porque el dinero que van a perder las empresas hubiera permitido contratar a 2.5 millones de personas cotizando al salario promedio mensual durante 20 años y no a un ejército de becarios y trabajadores temporales, que es lo que el gobierno anunció recientemente, sin generar demasiado escándalo.
Tomando en cuenta que la economía mexicana lleva, de menos, un año en recesión, y si “creemos”, como yo lo hago, en el escenario que Banxico denomina de “uve profunda” en su último informe trimestral, la economía mexicana tardará más de dos años en recuperarse. La institución predice que México crecería un 4.1% en 2021 en ese escenario, situando al PIB en 17.88 trillones de pesos; un 5.7% por debajo del PIB en el último trimestre de 2018. Es difícil, por lo tanto, esperar una recuperación económica antes de 2023: dando la “puntilla” al sexenio en lo económico, si me permiten usar el término taurino.
Bajo el segundo concepto de recuperación, la economía debería alcanzar 19.85 trillones de pesos en los próximos trimestres, algo que salvaría el sexenio en lo económico, pero que no ocurrirá. Si la economía crece en un 4.1%, como Banxico predice su escenario de “uve profunda”, México aún se encontraría un 10% por debajo de donde hubiera debido estar en términos de producción real. Un PIB real que se hubiera alcanzado si el último año y medio no hubiera sido una sucesión de errores en lo económico: la cancelación de la reforma educativa, la inversión en proyectos poco rentables, incluyendo el cambio de ubicación del aeropuerto de Texcoco y pensar que votar a mano alzada es una forma democrática y prudente de cancelar contratos transnacionales. Todas estas decisiones han dañado las posibilidades de crecimiento y ralentizarán la vuelta a la normalidad económica.
Las cosas se ponen de “color de hormiga” bajo el escenario que en Banxico denominan como “u profunda”. Según este escenario, la tasa de crecimiento en 2021 será de -0.5%, situando el PIB de la economía mexicana en 17.09 trillones en 2022, un 10% por debajo que en 2018 y un 14% por debajo del que deberíamos haber alcanzado en ausencia de recesión, una brecha productiva que no se cerrará hasta 2027 si la economía creciera a una tasa promedio de 2.3% en todos y cada uno de los años a partir de 2021.
Todo este análisis me permite concluir respondiendo a las preguntas que tenía en mente: es muy probable que esta recesión le cueste a México en torno a un 15% de su PIB y no recuperaremos los niveles de 2018-2019 hasta 2023. Es una perspectiva deprimente, pero es lo que dicen los datos por el momento, unos datos que indican que difícilmente la felicidad esté creciendo y aún menos para las familias mexicanas que aun teniendo mucha agua, ya no les quedan frijoles.