Por: Manuel J. Molano (@mjmolano)
Artículo publicado en el blog de México, ¿Cómo Vamos? en Animal Político.
Algunas ideas para lidiar con el innombrable
Por: Manuel J. Molano (@mjmolano)
Tengo el privilegio de ser amigo de Luis Sánchez Mier, economista de primera cuyos textos habrá usted leído en este espacio. Luis me confesó que me tiene bloqueado en sus redes sociales. La razón es mi verborrea en contra del cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos. El mundo – y México no es la excepción – está en una especie de catarsis alrededor de las barbaridades que piensa, dice y plasma en su cuenta de Twitter quien tomó posesión el 20 de enero.
Lo confieso: el magnate constructor, hotelero y casinero me aterra, como a muchos mexicanos. Creo que sus ideas están cimentadas en ignorancia, racismo y quizás un problema mental. Sus probables lazos con el espionaje ruso hacen de su presidencia una narrativa imposible que, si hubiera sido tema de una película de Hollywood, no nos la creeríamos.
El personaje quiere un porcentaje creciente de nuestro espacio de atención, de nuestro mindshare, y lo está logrando. Opiniones buenas o malas, al final son ratings. Su mentalidad de estrella de televisión domina sobre cualquier categoría de análisis. Francamente dudo que haya estado muy involucrado en la administración de sus negocios, ya que la deportación masiva de mexicanos le debería afectar personalmente, en el rubro de construcción, hoteles, restaurantes y casinos. Probablemente esos negocios están tan tronados que en realidad no importan ya. No hay tampoco en su pensamiento – si se le puede llamar así – una mínima noción de políticas públicas.
A casi mes y medio de su inauguración, la tasa de deportación reportada por Antonio Olivo del Washington Post en un artículo de hace unos días es de 500 personas diarias. Desde la era Obama ya esta tendencia había iniciado, y solamente podemos esperar que el rubio de Queens intensifique las deportaciones. Esto se traduce en un poco menos de 183 mil connacionales por año. Mi cálculo implica que el número de deportaciones tendría que ser cercano a un millón para empezar a tener efectos serios en el PIB y el bienestar de las familias en ambos lados de la frontera.
El tema migratorio va a derivar en implicaciones serias de derechos humanos. Me parece adecuado que los consulados estén sugiriendo a las familias que saquen papeles mexicanos para los niños nacidos en EUA. Hay que encontrar los mecanismos para que estos migrantes en retorno puedan recuperar sus expedientes completos de estudios, y puedan llegar a las regiones mexicanas donde las oportunidades de empleo para alguien que habla inglés son mayores.
El neoyorquino titular del poder ejecutivo estadounidense, en su reciente alocución al congreso de ese país, habló de un sistema de migración que evalúe las capacidades y patrimonio de los migrantes potenciales antes de permitirles el ingreso, y no solamente los vínculos familiares. En su retórica antimexicana estas ideas no aparecen, pero al menos estuvieron en su discurso ante el poder legislativo, que fue demasiado vago, como él, como todo lo que ha hecho hasta ahora. Sin embargo, tanto México como EUA tendríamos que aprender de un sistema de admisión de migrantes como el de Canadá, que evalúa al migrante potencial con base en su contribución a la economía de la provincia a la que piensa emigrar, y que además da potestades a las provincias para decidir a quién pueden admitir y a quien no. Al final, México tiene muchas viviendas abandonadas, y otros activos que podrían ponerse en manos de migrantes en retorno o de centroamericanos y caribeños que se quedaran estancados en México, siempre y cuando estén dispuestos a trabajar honradamente para pagar una hipoteca y construir comunidad. Quizás México podría dar señas de ser buen ciudadano del mundo invitando a refugiados del conflicto sirio a vivir al país. Obviamente, el Estado tiene que poner reglas para que la asimilación de estos migrantes sea ordenada, pero sería una excelente cachetada con guante blanco para los Estados Unidos.
Más aún, deberíamos invitar a empresas e individuos de alto patrimonio de los Estados Unidos a pasar la era del innombrable en México. No solamente está amenazando países y grupos minoritarios de población: también ha amenazado empresas e individuos ricos. México tendría que incorporar el espíritu del Capítulo XI del TLCAN en la Constitución, para que nuestra carta magna no sea un texto de espíritu expropiatorio (como lo ha sido desde 1917) y sea uno que proteja los derechos de propiedad. Si el poderoso inquilino de la Casa Blanca está desmantelando todas las regulaciones de la era Obama alrededor del sector financiero, México podría también salirse de tratados en materia fiscal que obligan a compartir información con Estados Unidos. Tendríamos que cuidar las operaciones en efectivo, igual que hoy, para prevenir lavado de dinero, pero podríamos ofrecer secreto bancario, fiduciario, y una tasa de impuesto competitiva a los capitales que se repatrien desde EUA y que se estacionen aquí para defenderse del güero insolente. Los estadounidenses están obligados a tributar aunque vivan fuera de su país, pero lo que no pueden ver, no lo podrán tocar.
México tiene malas evaluaciones en una dimensión del índice de libertad económica del Instituto Fraser de Canadá. En el indicador de acceso a dinero que preserve el valor (Access to sound money) estamos mal evaluados. Aunque podamos comerciar con dólares o euros en efectivo, las personas físicas no podemos mantener depósitos en esas monedas en el sistema bancario mexicano, cosa que sí pueden hacer los nacionales de Perú, Colombia, Panamá o Brasil. Las empresas sí pueden tener depósitos en otras monedas, pero sería ideal que las personas físicas también pudiéramos.
Dado que mi tía, quien solamente tiene 1,000 USD, no puede acceder al mercado de derivados para tomar una cobertura de tipo de cambio, este es un tema muy relevante. También le quita poder a la política fiscal y monetaria en México para expropiar el valor de los depósitos en moneda nacional. Si podemos ofrecerle al norteamericano (mexicano o estadounidense) que se siente perseguido por su presidente un safe haven para los próximos cuatro años, podremos lograr en el estadounidense promedio una mejor disposición hacia México.
En el caso del TLCAN, no deberíamos sentarnos a negociar la parte arancelaria por ningún motivo, aduciendo que no hay condiciones para ello. Un TLCAN-2 mal negociado puede ser altamente nocivo para México. Nos iría mejor bajo reglas de la OMC que bajo un TLCAN-2 incorrectamente orientado. Una salida unilateral desde México es una mala idea, dado que ante una eventual salida de Estados Unidos, subsiste el tratado de ese país con Canadá, y subsiste el TLCAN entre México y Canadá. Por ello, para seguir comerciando con EUA, nuestra amistad y alianza con Canadá es fundamental.
La amenaza creíble de que podemos comprar insumos en Asia en lugar de EUA y mejorar nuestras ventajas competitivas es nuestra mejor carta de disuasión para que EUA no continúe hablando de destruir el Tratado. La diversificación de la matriz energética es una prioridad, dado que el gas natural es un insumo estadounidense del cual sí dependemos enormemente hoy. Los sectores público y privado de México deberían estar comprando patentes y empresas de shale gas, para que esas tecnologías se usen en México y no dependamos del gas de los Estados Unidos. El presidente estadounidense quiere parecerse a Putin. Si lo imita en términos de su política energética para los vecinos, estamos perdidos.
México no debería aceptar el Twitter como medio de comunicación oficial. Si @POTUS quiere decirnos algo, deberá usar los canales oficiales de información. México no debería aceptar llamadas telefónicas con temática improvisada. Si la agenda no está previamente acordada, no deberíamos permitir comunicaciones. Insultos como el de “si tus militares tienen miedo, yo puedo mandar a los míos” deberían tener una respuesta implacable e inmediata. México le ha metido más de 100,000 muertos a la guerra contra el narco de EUA. Nuestros militares no tienen miedo: están abrumados por un problema que no es nuestro. Hemos deportado a los principales cabecillas de cárteles, que es mucho más de lo que EUA ha hecho para detener el fenómeno de drogadicción en su país. Seguramente hay sendos cárteles de Los Ángeles, Nueva York, Chicago y Miami, que son los que mandan dinero y armas a México. Nunca sabemos nada de qué hacen las 17 agencias de seguridad para actuar contra esas mafias al norte del Río Bravo.
Como bien dijo el presidente Zedillo en el Washington Post: no podemos esperar políticas más iluminadas de nuestros vecinos, pero podemos saber qué hacer nosotros. Nos puede ir bien los próximos cuatro años, si hacemos lo correcto. El comercio entre Estados Unidos y México ha crecido desde los años setenta, desde mucho antes que el TLCAN. El Rust Belt ya se estaba oxidando cuando yo nací, e incluso antes, cuando nacieron los que negociaron el Tratado. En lugar de apostarle a la relación personal entre nuestro canciller y el yerno de quien no quiero mencionar, apostémosle a la competitividad de nuestra manufactura, y a hacer diplomacia de sector privado, de gobernador a gobernador, de ciudad a ciudad. Poner aranceles a ciertos productos estadounidenses como amenaza creíble de corto plazo le funcionó al presidente Calderón, pero en esa época el juego que estábamos jugando era el dilema del prisionero. Los gobernadores estadounidenses y sus congresistas echaron para atrás intentos proteccionistas. Hoy es un juego de Chicken: dos autos enfrentándose en línea de colisión en una carretera a toda velocidad. El otro conductor, sospechamos, está loco. La decisión de estrellar el auto no depende de él enteramente: también depende de su congreso. Pero un grupo grande de la sociedad estadounidense, y de los congresistas republicanos, ha cerrado filas atrás de su presidente. Por eso el oficial del CBP se siente con poder de detener a gente buena en el cuartito, gritarles, hacerles pasar un mal rato. Por eso el sheriff Arpaio de Maricopa está confiado que va a ganar todos los pleitos judiciales en los que está metido por abusar de los migrantes mexicanos. Por eso los jueces y funcionarios que se han enfrentado al lunático pseudo-republicano tienen miedo.
Pensar que vamos a construir un imperio proteccionista a imagen y semejanza que el que se está diseñando de aquel lado es una mala idea. Pensar en hostigar estadounidenses (subiéndoles el predial en San Miguel de Allende o Ensenada, por ejemplo, o expropiándoles sus casas) es una peor idea. Hay que mostrar que México es un país sensato y pragmático, a pesar de la locura que se apoderó del histórico faro de la democracia. Ayudemos a nuestros vecinos a sobrevivir el autoritarismo actual, y un día nos lo agradecerán.
Espero que Luis Sánchez Mier me desbloquee en las redes sociales. Lo logré, Luis: escribir esta columna sin mencionarlo por nombre y apellido.
* Manuel Molano es economista, director general adjunto de IMCO y especialista de @MexicoComoVamos. Las opiniones aquí expresadas son a título personal.