Publicado en Animal Político.

Uno de los objetivos de la regulación laboral es equilibrar el poder de negociación entre trabajadores y empleadores. Ante un escenario en que los empleadores tienen poder de negociación sobre los trabajadores, al que los economistas llamamos poder monopsónico, un esfuerzo por empoderar a los trabajadores puede mejorar sus condiciones laborales y subir la productividad laboral de manera simultánea.

Las relaciones laborales forzosamente tienen un elemento antagónico. El empleado prefiere aumentar su salario y prestaciones y el empleador prefiere bajarlos. Desde luego no insinúo que los empleados y empleadores deben estar en una guerra permanente, pero no debe ser polémico notar que sus intereses no están perfectamente alineados.

Menciono esto porque, en su Índice Global de Competitividad, el Foro Económico Mundial (FEM) incluye los resultados de la siguiente pregunta a los gerentes de las empresas: “En su país, ¿cómo caracteriza las relaciones obrero-patronales? (1 = generalmente antagónicas… 7 = generalmente cooperativas)”. Después de ver esta pregunta, me pregunté ¿cómo se relacionan estas percepciones de la cooperación en las relaciones laborales con el desempeño de los mercados laborales de América Latina?

La División de Mercados Laborales y Seguridad Social del Banco Interamericano (BID) mide el desempeño de los mercados laborales a través del Índice de Mejores Trabajos. El índice incluye dos indicadores de la “cantidad del empleo” —la participación y la ocupación en el mercado laboral—y dos indicadores de la “calidad del empleo”— la formalidad laboral y el porcentaje de adultos con un salario suficiente para superar la pobreza según los estándares internacionales. Los resultados se pueden consultar aquí y la metodología completa se puede consultar aquí. Un mayor puntaje en el índice implica un mejor desempeño del mercado laboral.

La gráfica 1 muestra la relación entre el índice de cooperación en las relaciones laborales del FEM del 2018 y el Índice de Mejores Trabajos del BID del 2018. Ambos índices están ajustados por el PIB per cápita del país del 2018, de tal forma que los valores positivos implican que la variable tiene un valor mayor que lo esperable tomando en cuenta la riqueza del país. Se hace este ajuste porque existe una estrecha correlación entre el Índice de Mejores Trabajos y el PIB per cápita —los países más ricos tienden a tener mejores mercados laborales. Es interesante notar que no hay una correlación significativa entre el índice de cooperación en las relaciones laborales y PIB per cápita.

Los resultados muestran que, en términos generales, los países con relaciones laborales más cooperativas tienen mercados laborales con peor desempeño. Uruguay, por ejemplo, tiene las relaciones laborales menos cooperativas de los 17 países y su mercado laboral tiene el mejor desempeño en el Índice de Mejores Trabajos; Uruguay tiene el tercer PIB per cápita mayor de este grupo de países. Bolivia está en el penúltimo lugar en cuanto a relaciones laborales cooperativas y ocupa el noveno lugar en el Índice de Mejores Trabajos, a pesar de tener el 15º mayor PIB per cápita de los 17 países.

Desde luego hay excepciones. Costa Rica, por ejemplo, tiene las relaciones laborales más cooperativas de este grupo de países y tiene el cuarto mejor mercado laboral, según el Índice de Mejores Trabajos, a pesar de tener el séptimo PIB per cápita más alto. De ninguna manera pretendo convencerles de que la relación estadística presentada en la gráfica sea muy fuerte ni particularmente convincente. Y desde luego una correlación no implica que haya causalidad. Solo quiero señalar que una percepción de menor cooperación en las relaciones laborales no implica necesariamente que el mercado laboral será disfuncional.

El caso de México es particularmente interesante y amerita mayor análisis: México tiene un mercado laboral atípico, y no para bien, ocupando el 13º lugar de 17 países en el Índice de Mejores Trabajos a pesar de tener el cuarto PIB per cápita más alto. El país tiene relaciones laborales relativamente cooperativas—ocupa el quinto lugar de los 17 países según el FEM. Pero ¿qué significa que las relaciones sean cooperativas en México? Tenemos algunas pistas, México se ha caracterizado últimamente por tener muy pocas huelgas estalladas. Las estadísticas de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje, que corresponden a sectores económicos de jurisdicción federal, indican que solo estallaron tres huelgas en todo el país del 2014 al 2018. Por supuesto que no es conveniente que se estallen muchas huelgas, pero si la amenaza de una huelga no parece creíble porque prácticamente nunca se estalla ninguna, los trabajadores pierden su poder de negociación.

La baja incidencia de huelgas estalladas sería comprensible si los contratos colectivos fueran favorables al trabajador. Sin embargo, un análisis reciente encuentra que el 76% de los contratos colectivos en México son de “protección patronal”, es decir, no mejoran las condiciones laborales de los trabajadores respecto a los requisitos de ley. Si tener relaciones laborales cooperativas implica que los trabajadores no pueden negociar mejores condiciones laborales, sería preferible tener relaciones laborales más antagónicas. Por cierto, tampoco tengo problema con que los empleadores negocien ferozmente para conseguir los contratos colectivos que les convengan.

Lo ideal, a mi juicio, es que los trabajadores y empleadores negocien en un ambiente que no dé una ventaja a nadie. Los trabajadores amenazarán con estallar una huelga y el empleador amenazará con cerrar el negocio o reubicarlo a otro país, pero en la mayoría de los casos llegarán a un acuerdo porque no le conviene a nadie frenar las actividades de una empresa viable. Pienso que el gobierno no debe intervenir en estas negociaciones de contratos colectivos más allá de velar que los requisitos legales de las negociaciones colectivas se cumplan. Afortunadamente, la Reforma Laboral aprobada en el 2019 tiene ese enfoque, al menos en el papel. Habrá que vigilar muy de cerca la implementación de la reforma y pronto podremos observar los primeros resultados. A finales del 2020 se anticipa que la reforma se implemente en nueve entidades federativas, es decir, estarán en funciones los nuevos Tribunales Laborales y el nuevo

Aunque el lector rechace todos mis argumentos hasta ahora, hay otra razón por la que es importante fortalecer el poder de negociación de los trabajadores. El nuevo Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC), que entrará en vigor el primero de julio de 2020, tiene un Capítulo Laboral en que se enfatiza la importancia de la defensa de los derechos laborales en México. El Protocolo Modificatorio al Tratado incorpora un Mecanismo Laboral de Respuesta Rápida para garantizar la reparación de una denegación de derechos de libertad de asociación y negociación colectiva. El incumplimiento de los derechos laborales en México pondría en riesgo la vigencia del nuevo tratado comercial.

En conclusión, pienso que debemos fomentar el derecho de los trabajadores de negociar mejores condiciones laborales. Desde luego esto no implica tolerar la extorsión de empresas—especialmente para el beneficio de los líderes sindicales sin un beneficio para los agremiados—pero sí implica dotar a los trabajadores con las herramientas necesarias para equilibrar el poder de negociación en las relaciones laborales. No debemos tener miedo a cierta conflictividad laboral. Nos parece normal cuando un comprador y un vendedor tienen una negociación áspera sobre el precio de un producto. No debe asustarnos que los trabajadores y empleadores tengan negociaciones duras sobre las condiciones laborales.