Por: Ana Gutiérrez (@AnaBee92), Valeria Mendiola (@ValeMendiola) y Valeria Moy (@ValeriaMoy)
“Un Yucatán con capital humano de primera, con más becas para nuestros jóvenes, con apoyos para una una educación digital, con acceso a insumos básicos como computadoras para nuestros niños, nuestros jóvenes, nuestros universitarios. Un Yucatán que pueda competir y no sólo generar empleos, sino empleos bien pagados”.
Rolando Zapata Bello, 1 de octubre de 2012
La pirámide de Kukulkán, localizada en la zona arqueológica de Chichen Itzá, es quizá el edificio más emblemático de la época de los mayas. Las cabezas de serpiente al pie de la escalinata y la simetría de la estructura de la pirámide reflejan los restos de una civilización que se regía por la perfección, la fuerza, el orden y las reglas.
Yucatán, donde siglos atrás se estableció el corazón del imperio maya, tuvo una segunda época dorada. Después de los años coloniales, en las haciendas del estado se experimentó un auge importante en la actividad económica por la producción del henequén. La fibra del henequén servía para la fabricación de cuerdas para barcos, y para la realización de diversas labores cotidianas en el siglo XIX. La importancia del henequén fue tal que el estado proveía de esta fibra a casi todo el mundo, y el valor de esta producción agrícola en Yucatán representaba más de la mitad del valor de la producción agropecuaria del país.
Con el paso de los años, dicha importancia disminuyó debido a la creciente preferencia por las fibras sintéticas. La producción de fibra del henequén en Yucatán, que llegó a ser de 140 mil toneladas en 1960 había disminuido a solo 35 mil toneladas en 1990.
Hoy Yucatán es prácticamente un enorme museo dentro de un estado. Las calles de Mérida están repletas de casonas coloniales, hay haciendas en los alrededores, y turismo que llena las filas de las zonas arqueológicas. Hay cenotes, manglares y flamingos, listos para ser visitados por los turistas que viajan al estado cada año. Después de haber sido una entidad rica y poderosa en la época precolonial y postcolonial, ahora Yucatán se ha dedicado a vivir de la historia heredada y del turismo.
En octubre de 2012, Rolando Zapata tomó protesta como gobernador del estado. En el discurso inicial, el nuevo gobernador no solo se comprometía a generar empleos y apostarle al sector turístico, sino también a desarrollar la capacidad exportadora del estado y la industria impulsando plataformas logísticas. Las promesas tenían sentido si se considera que las costas de Yucatán tienen una longitud de 378 kilómetros, la entidad tiene 12 puertos marítimos y colinda con Quintana Roo, uno de los estados cuyos beneficios turísticos han dinamizado la actividad económica.
Sin embargo, los resultados de la administración en términos económicos no lograron cumplir con las expectativas en todos los frentes. En los últimos 5 años, la economía de Yucatán creció a un ritmo promedio de 3.1% anual. Aunque no es un crecimiento desdeñable, estuvo lleno de altibajos, estancada e incluso decreciendo durante algunos trimestres, y con tasas superiores al 5% durante otros. Las actividades secundarias, que reflejan la actividad industrial y representan una cuarta parte de la economía del estado, crecieron 2.9% promedio anual. También en este sector, la falta de consistencia en el crecimiento fue un factor constante durante la administración.
A pesar de las promesas en el ámbito laboral, en Yucatán se generaron apenas 56% de los empleos formales que, de acuerdo con las estimaciones de México, ¿cómo vamos?, debieron haberse creado para darle cabida en el sector formal a la población que se incorpora al mercado laboral. Cuando la actual administración entró en funciones, 6 de cada 10 trabajadores en el estado eran informales, por lo que no tenían acceso a las prestaciones de ley. Cinco años más tarde, aunque la tasa de informalidad disminuyó – de 61.6% a 59.7% – el número de trabajadores informales se incrementó en 34 mil personas debido al crecimiento poblacional.
La alta informalidad ha repercutido negativamente en la productividad laboral del estado. En Yucatán se generan $123 pesos por cada hora trabajada, $39 pesos menos de lo que se genera a nivel nacional. La productividad se ha mantenido prácticamente estancada.
Por otra parte, la pobreza laboral, que representa a la población que no puede adquirir la canasta alimentaria con el ingreso proveniente del trabajo de su hogar, disminuyó en apenas 1 punto porcentual en el periodo, al pasar de 40% a 39%. A nivel nacional, la pobreza laboral disminuyó en 1.3 puntos en los últimos cinco años.
Es curioso cómo Yucatán ha pasado de ser el corazón de un imperio, al proveedor mundial más importante de una materia prima fundamental en cualquier economía, para finalmente convertirse en un estado que se conforma con lograr los mínimos avances económicos en lugar de aspirar a los niveles de prosperidad que algún día tuvieron. El próximo gobernador deberá ser suficientemente ambicioso para buscar cambios radicales que aprovechen la infraestructura, logística y ubicación del estado no solo para la atracción de turismo, sino también para convertir al estado en una pieza clave de la economía internacional.