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Emilio Lozoya: los enemigos de mis enemigos son mis amigos

Por : Miriam Grunstein 

 
23 de Julio del 2020

Publicado en Animal Político.

Más días aciagos acontecen en este 2020. El arribo del extraditado Emilio Lozoya a México no hace más que confirmar la patología institucional que padecemos. Si tomáramos una tomografía de pies a cabeza de su cuerpo, para hallar culpables con cara y nombre, los hallazgos sin duda apuntarían a que Lozoya no es el causante, sino portador de todos los males de los que sufre México. ¿De dónde viene la virulencia de las acciones de Emilio? No es cura para la virulencia sistémica de México que el ahora “testigo colaborador” para desvelar estafas de montos probablemente incalculables abra la boca y vomite la sopa. Como los malvados de las películas, que regurgitan sapos y ranas desde sus entrañas, las declaraciones de Lozoya sirven para matar pulgas cuando ya el cuerpo se muere por infestación de todos los males, humanamente e institucionalmente transmitidos.

Hablemos de Odebrecht, de Etileno XXI, o Agronitrogenados, cada mal negocio suena escandaloso pero duele más saber que no son los primeros. De tiempos relativamente recientes, recordemos el negocio desastroso en que nos embarcó Juan José Suárez Coppel cuando, en el más audaz espíritu empresarial, compró acciones de SACYR Villahermoso para dar un golpe corporativo en contra de Antonio Brufau, el CEO de Repso-YPFl. Ahí el chiste le salió al contribuyente en 600 millones de dólares que no posicionó a Pemex en una situación de ventaja frente al control operativo de Brufau. Quienes recordamos este episodio amargo y llevamos la cuenta de las acciones lesivas en contra de Pemex (que supuestamente nos pertenece a todos) hemos puesto una “palomita” a las igualmente lesivas acciones de gobiernos anteriores. ¿Y cómo hacer caso omiso del despilfarro del pozo en aguas profundas, llamado Lakach, que solo produjo gas, y en el que se invirtieron montos que rebasaron por 3 veces su presupuesto asignado; esto es, de 3,567 millones de pesos se llegó a 10 mil millones? Pemex requirió un presupuesto adicional de casi 237% adicionales para un proyecto que, según la misma CNH, no aportaría valor alguno a las arcas de la nación. Ya ni hablar de la barda de la Refinería Bicentenario, la cual no generó valor alguno sino para los villanos de esta película, verbigracia, los nunca suficientemente denostados dirigentes de Odebrecht, que percibieron 4 mil 254 millones de pesos a cambio de una barda vil.

¡Alto! Al decir esto no pretendemos eximir a Emilio Lozoya de sus desfalcos y demás vilezas. En cambio, sí es necesario poner en negritas, cursivas, además de resaltar en colores fluorescentes que sus fechorías no son novedad alguna. Lozoya es particularmente odioso por ser un fifí que, sin ningún conocimiento de causa, asumió la dirección del activo público más importante de México. En una conversación privada con un alto funcionario de AMLO –que por decencia no identifico—Lozoya no conocía la dirección siquiera de una miscelánea, de un tendajón de barrio.

Y sí, es de presumirse que es el clásico diablillo parado sobre un ladrillo que esquilmó a la nación, de nuevo, por cantidades inimaginables. Hoy, de él se dice todo: que recibió sobornos millonarios para apoyar la campaña de Peña, que hizo adquisiciones inservibles y onerosas, que su secretario particular cobraba por cada audiencia, entre 5 y tal vez 15 mil dólares por cráneo, pues dependiendo el sapo correspondía la pedrada. Es razonable suponer que todos sabían que era un bribón, los dirigentes de MORENA inclusive.

¿Y qué? Ahora que es un testigo colaborador recibirá las indulgencias de los que hoy ostentan el poder. De hecho, según reportan, Milo está malito y, por lo mismo, no pisará –al menos ahora—la cárcel. Es una concesión del presidente. Mientras entregue a sus enemigos, Lozoya desde entonces, será su amigo. “Best friends forever”.

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