Por: Ana Gutiérrez (@AnaBee92) y Valeria Mendiola (@ValeMendiola)
Publicado en Animal Politico.
“Las proyecciones de crecimiento varían, es mucho mejor que el Fondo Monetario Internacional diga que el crecimiento va a ser de dos puntos, porque así los vamos a sorprender, va a crecer más la economía. Va a fallar su pronóstico, lo digo de manera respetuosa.”
Andrés Manuel López Obrador, 22 de enero de 2019
Las últimas semanas han estado repletas de noticias relacionadas con el crecimiento económico de México. El INEGI, por ejemplo, publicó el dato del crecimiento económico de 2018. La economía del país creció 2% en el año, la tasa más baja desde 2013. En la misma semana, Banco de México y los bancos de inversión Goldman Sachs y PNB Paribas disminuyeron sus expectativas para el crecimiento de México en 2019. Se unen a otros organismos que han reducido sus estimaciones, la mayoría de los cuales estiman que la economía mexicana crecerá menos de 2% en el año. A pesar de esto, el presidente López Obrador ha insistido en que, durante su sexenio, México crecerá al 4% promedio anual. Además, ha hecho declaraciones que desestiman las proyecciones económicas, y a los organismos que las elaboran.
Esto es preocupante por diversas razones. En primer lugar, las estimaciones de crecimiento tienen una razón de ser. Se trata de cálculos hechos por organismos objetivos con profesionales preparados, cuyas evaluaciones son tomadas en cuenta por calificadoras, inversionistas y otros agentes económicos alrededor del mundo. Estas evaluaciones consideran diferentes variables que describen la probable trayectoria del crecimiento económico. El Fondo Monetario Internacional, por ejemplo, actualiza sus perspectivas económicas cuatro veces al año, y las define con base en variables como el impacto de aumentos en los precios de materias primas y energéticos, los niveles de inversión, el dinamismo del comercio y las políticas económicas internas.
Podría parecer que las estimaciones son puramente especulativas, pero tienen efectos concretos en la economía del país. Su importancia reside principalmente en los actores que toman decisiones con base en ellas. Las calificadoras, por ejemplo, las utilizan como un insumo para las evaluaciones crediticias de la deuda soberana. Si una calificadora considera que una economía se está desacelerando, podría anticipar dificultades en el cumplimiento de las obligaciones financieras del país. Esta incapacidad se origina, en parte, por la menor recaudación fiscal generada por el bajo crecimiento económico.
Bajo esta premisa, el país se volvería más riesgoso y se enfrentaría a mayores costos de financiamiento, un obstáculo a la hora de acceder a fondos en instituciones financieras tanto internas como externas. En este sentido, el 1° de marzo la calificadora Standard & Poor’s disminuyó la perspectiva de la calificación soberana de México, al pasar de estable a negativa. Para ello, argumentó que las menores previsiones de crecimiento económico podrían contribuir a un deterioro fiscal, y a un debilitamiento en el perfil financiero del país. Cabe destacar que los ingresos provenientes del impuesto al valor agregado (IVA) durante enero cayeron 12.3% respecto a lo recaudado en el mismo mes de 2018, y fueron 6.7 mil millones de pesos inferiores a lo que esperaba el gobierno.
Las estimaciones de crecimiento también son un insumo importante para los inversionistas privados. La expansión económica, o la falta de la misma, refleja el dinamismo de variables como el consumo de los hogares y la capacidad de producción de las empresas que operan en el país. También permite evaluar si la inversión pública y las regulaciones facilitan la operación de los negocios e incentivan el consumo privado, elementos fundamentales a la hora de evaluar una posible inversión. Todas estas variables son indicadores de la rentabilidad de sus inversiones.
Al reducir sus perspectivas, varias organizaciones han cuestionado las políticas económicas de la nueva administración, en específico su capacidad para generar riqueza e impulsar la producción en el país. En lugar de descartar las estimaciones y los comentarios de estos organismos, sería productivo que fueran tomadas en cuenta para guiar el rumbo de la política económica en los próximos años. De lo contrario, México se arriesga a un sexenio más con magro crecimiento y sin la capacidad de resolver problemas fundamentales para el desarrollo que, por definición, están ligados al crecimiento, como el combate a la pobreza, la disminución en la brecha regional y la creación de suficientes empleos que cumplan con las prestaciones de ley.