Publicado en Animal Político.
Las comillas en el título importan. Tomo la frase del presidente López Obrador, quien la pronunció ayer al hablar sobre los organismos autónomos. Me da la impresión de que al no estar bien informados de las funciones que llevan a cabo estos organismos no entendemos su relevancia y se han vuelto blanco fácil en las conferencias matutinas del presidente.
Este año el INEGI tiene que realizar los censos económicos, labor titánica en la que miles de encuestadores preguntan negocio a negocio, chico o grande, en ciudad o en el campo, todos los detalles de su actividad, desde el giro hasta el número de empleados y sus compensaciones. El año que entra tendrá que levantar el censo poblacional cuyos preparativos tienen que empezar desde ya, si no es que ya lo hicieron. El INEGI solicitó el presupuesto que consideró necesario para ambos megaproyectos, mismo que no le fue otorgado. Al contar con menos recursos, el instituto tendrá que enfocar sus esfuerzos en los dos censos, por lo que se vio obligado a eliminar diferentes encuestas que realizaría este año.
Prácticamente todos los organismos autónomos han sido blanco del presidente. La Comisión Reguladora de Energía lleva dos semanas en el ojo del huracán, con acusaciones serias sobre su función y ataques frontales al comisionado presidente. De la Comisión Nacional de Hidrocarburos no hemos hablado mucho recientemente, pero no olvidemos que se obligó a su presidente a renunciar. El Instituto Nacional de Evaluación de la Educación está al borde de la desaparición.
Poco se habla de algunos de estos organismos, pero no por eso su existencia es menos relevante. La CRE y la CNH procuran la mejor operación del sistema energético del país y esto repercute directamente en los consumidores. Hoy están bajo ataque. El presidente dijo ayer en su conferencia mañanera que se engañó al pueblo de México haciéndole creer que se necesitaban instancias autónomas de expertos independientes. También aludió a la buena fortuna de que los plazos de los comisionados ya estaban por vencer y por ende le daba la oportunidad de “purificar” (sí, ese fue el término) a esos organismos.
Negar la existencia de los expertos es como preferir que nos haga una cirugía de corazón abierto una diseñadora gráfica o que nos saque una muela un estudiante de comunicación. Lo que vimos en las comparecencias para los comisionados de la CRE fue lamentable. De los primeros 12 que comparecieron, 11 no sabían qué hacía la Comisión. A los que comparecieron el día siguiente, les dio tiempo de guglearlo. Unos de plano se burlaban y otros claramente no sabían ni por qué estaban ahí. No estoy sugiriendo una tiranía de los expertos, pero el desprecio a lo técnico, en la búsqueda de lealtades, va a llevar al país a un retroceso en el que ya había avances notorios.
El presidente prometió muchas cosas durante su campaña y tiene la oportunidad de hacer tantas más. Pero el camino que está siguiendo atacando a órganos que deberían ser fortalecidos es contrario a sus propios objetivos.
El mejor ejemplo quizás lo da el tema energético. México tiene enorme capacidad de producir energía limpia y energía de fuentes renovables. No es solo la capacidad, sino el precio. Dados los avances tecnológicos, hoy la generación de energía de este tipo es más barata que la generación usando gas natural, carbón o combustóleo. Las subastas permiten que generadores privados le vendan la energía a CFE y al ponerlos a competir, la CFE puede comprar la energía a menores precios. ¿Por qué entonces se cancelan las subastas? ¿Por qué no aprovechar los recursos del país, generar empleo y desarrollo y de paso ayudar al medio ambiente? Todos los habitantes del país se verían beneficiados con energías más limpias. Imagínenlo los que viven en la Ciudad de México en los meses de más calor cuando se respira una nata de contaminantes.
El presidente ha hecho del combate a la corrupción su bandera. Una herramienta clave para lograr ese objetivo es la transparencia y la rendición de cuentas. Suena trillado, pero no lo es. En la medida en la que se presente información al escrutinio público –qué se va a licitar, cómo, cuándo, a qué precio, quién participa, en qué condiciones, cuáles son los conflictos de interés– se le van cerrando las puertas. Hoy estamos regresando a esquemas opacos: cancelación de subastas, adjudicaciones directas, consejos a modo, comisionados mal preparados y poca información.
Los organismos autónomos no son una gran farsa. Son necesarios y le brindan al presidente una enorme oportunidad de mostrar su interés en el desarrollo del país. Desafortunadamente, hoy prefiere atacarlos. Hay que defenderlos.