Por : Félix Vélez (@felixvelez)
Publicado en Animal Político.
La calidad de la educación en México es bastante perfectible. Los diagnósticos son diversos, así como las aproximaciones y definiciones de política pública. La reforma educativa del gobierno anterior fue desechada por el actual y se volvió al status quo de décadas anteriores, en el que la contratación y promoción del magisterio está subordinada a intereses burocráticos y sindicales y la evaluación de su desempeño es sumamente débil (por no decir inexistente).
La reforma educativa de Peña fue objeto de críticas desde diferentes perspectivas, algunas provenientes de la academia y los expertos. Otras, reflejaban la defensa de intereses gremiales y políticos, a menudo mezquinos. Estos últimos vencieron en toda la línea, al cancelarse la, en palabras de Obrador, “mal llamada reforma educativa”.i
Lo cierto es que el actual presidente le dio todo a los sindicatos y, como es su costumbre, fustigó con dureza a todo aquel (o aquella) que osó cuestionar las presuntas bondades de sus decisiones. Revertir las reformas representa una vuelta al pasado en materia educativa. Los sindicatos, notoriamente la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE), pero también el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE), con presencia en educación básica y normal, consolidaron su poder monopólico en la prestación del servicio.
Recientemente, ocurrieron dos hechos sintomáticos. El primero, todo indica que hubo fraude en el examen de admisión a las escuelas normales públicas de Michoacán. El pasado 4 de agosto estudiantes que aprobaron el examen se enfrentaron a los rechazados. Aparentemente, una proporción sustancial de los aprobados pagó por tener el examen por adelantado. Las protestas tuvieron lugar en Morelia y Cherán (donde se ubica una normal indígena). A juzgar por los resultados, a los rechazados les asiste la razón, pues las calificaciones registraron un brinco muy considerable, respecto a ocasiones anteriores, difícilmente atribuible a otros causales.
De por medio están más de mil lugares en las ocho escuelas. La exigencia de los rechazados es que el examen de ingreso se cancele y se realice de nueva cuenta. El organismo civil “Mexicanos Primero” los respalda, por lo que dudo que se reponga el procedimiento. Significaría dar una victoria política a una de las instancias más críticas de la política educativa de este gobierno.
El ingreso es muy codiciado pues vuelve altamente probable la obtención de empleo al egresar. Con la cancelación de la reforma educativa, se garantizan plazas automáticas, sin consideración de mérito académico (o del que puedan tener egresados de normales particulares). Tan es así, que la falta de opciones (para los egresados de estas últimas) ha contribuido a una disminución, en años recientes, de los programas de educación normal (en escuelas particulares). Dicho de otra forma, las (y los) nuevos profesores, que egresan de las públicas, han logrado monopolizar el mercado de trabajo, lo cual contribuye a ahondar las desigualdades y estratificaciones, tan características de la sociedad mexicana.
Como monopolistas, las horas ofrecidas de trabajo tienden a ser menos y de menor calidad y mayor la paga (lo que en principio estaría bien, si los servicios fueran más valiosos). No obstante, los profesores sindicalizados a menudo son promovidos por su contribución a objetivos gremiales, participando en marchas, plantones, bloqueos de vías férreas y otras protestas. No por su desempeño docente.
El presidente los ha empoderado. Critica a quienes consideran que las contrataciones deben ser competitivas. Incluso, el año pasado, en la “mañanera” del Día del Niño, indujo a los infantes a que manifestaran que sus maestros son buenos.ii Da la impresión de que la efeméride fue pretexto para utilizar a los menores políticamente, en el proceso de desmantelamiento de la institucionalidad educativa previa. Sin duda fue exitoso, en eso sí le podemos poner diez de calificación.
No se analizan aquí las presuntas bondades y limitaciones de la institucionalidad anterior y de la nueva (perdón, vetusta), excepto en lo concerniente a la existencia (o no) de esquemas de evaluación (cuya idoneidad es materia de otro debate). Obrador primero satanizó las evaluaciones por punitivas, y después alegó que no deben existir, tildándolas de neoliberales. Jamás sustentó sus afirmaciones, le bastó con desacreditar a las voces críticas.
Lo que sí, los profesores no le van a agradecer el haber cedido en todas sus exigencias. Todo lo contrario, van por más, impulsando agendas que parecen interminables. Ejemplos de insurgencia revitalizada hay por doquier:
- Alrededor de 80 casas de campaña ocupan la plancha del Zócalo en estos momentos, se trata de integrantes de la CNTE de Michoacán, quienes exigen plazas y mejores salarios.iii
- Hace dos semanas, normalistas de dicha entidad federativa, bloquearon vías férreas exigiendo “plazas inmediatas.” iv
- Los maestros de la Sección XXII de Oaxaca se oponen a clases por televisión (que por supuesto no son ideales) y exigen que el ciclo escolar se inicie de forma presencial hasta que haya las condiciones necesarias.v
- Hoy la industria del ferrocarril de carga reporta su peor año en pérdidas por bloqueos (muchos de ellos organizados por los mentores).vi
Presumiblemente, buena parte del magisterio, si no es que la gran mayoría, votó por el actual presidente. Sus decisiones parecen ser una retribución por el apoyo político-electoral brindado. Lo que no queda claro es que la educación vaya a mejorar, tampoco que se vaya a reducir la insurgencia magisterial. Incluso puede suceder lo contrario: si el gobierno cede en todo, aumenta la rentabilidad del chantaje y la intimidación como instrumentos de lucha. Mientras tanto, ni quien se acuerde de niños (y niñas), no votan.