Publicado en Animal Político.

El pueblo está feliz, feliz, feliz. Este discurso ya todos lo conocemos, habiéndolo escuchado numerosas veces desde Palacio Nacional. Y no es que esté realmente equivocado. De acuerdo con los indicadores de bienestar autorreportado del INEGI, en enero la población urbana reportó una satisfacción con la vida de 8.4 de 10 puntos, en promedio, la cifra más alta que el indicador había registrado. Aunque en periodos posteriores el bienestar autorreportado se moderó, sigue estando en 8.3/10, un nivel relativamente alto.

Una situación similar se observa en el indicador de confianza del consumidor. En julio 2018, justo después de las elecciones presidenciales en las que triunfó no sólo el presidente Andrés Manuel López Obrador sino todo su movimiento, el indicador de confianza del consumidor registró un impresionante incremento de 6 puntos entre junio y julio, el mayor salto en puntos de un mes a otro desde que se tienen datos.

A pesar de que la confianza del consumidor se moderó en meses posteriores, hoy en día aún se encuentra en niveles superiores a los que se observaban en 2018: el dato de noviembre 2019 fue 0.4 puntos menor al observado en octubre, pero siguió siendo 2.2 puntos superior al registrado en noviembre 2018.

La pregunta es la siguiente: ¿qué tanto se traduce la confianza de los consumidores del país y la percepción de que las cosas están mejor ahora que antes en un incremento en el nivel de consumo? ¿Ambos indicadores siguen la misma trayectoria?

En el caso de México, el indicador de confianza del consumidor publicado en conjunto por el INEGI y el Banco de México no muestra una correlación fuerte con el indicador de consumo privado en el mercado interior. Hay ocasiones en las que ambos indicadores muestran variaciones mensuales de magnitud similar: en marzo de este año, la confianza del consumidor cayó 1.61 puntos respecto al mes anterior, y el consumo disminuyó 1.87%. Similarmente, en septiembre 2019 la confianza incrementó 1.34 puntos y el consumo aumentó 0.8%.

Sin embargo, hay periodos en que las tendencias son totalmente opuestas, como ocurrió en abril de 2019: la confianza del consumidor cayó 1.13 puntos, pero el consumo incrementó 1.72%. Así, nos encontramos ante un panorama en el que la confianza del consumidor en septiembre fue significativamente más alta a la registrada en el mismo mes del año anterior, con un nivel 3 puntos mayor, mientras que la tasa anual de crecimiento del consumo privado fue de apenas 1%. Además, aunque su tendencia actual es ascendente, el consumo ha mantenido un crecimiento sumamente moderado, con incrementos mensuales de 0.2% en promedio durante los primeros 9 meses de 2019.

Esto no quiere decir que el indicador de la confianza del consumidor no sea informativo. Gran parte de la relevancia de indicadores como este es que buscan ser una especie de barómetro para tomar la medida del ánimo de los consumidores mexicanos, el cual inevitablemente tiene un impacto sobre el nivel de consumo de bienes y servicios, motor fundamental para el desarrollo de la economía de cualquier país.

Sin embargo, es evidente que la confianza del consumidor no es suficiente para impulsar el consumo por si sola, y ambos indicadores no siempre van de la mano. Por supuesto que es importante que haya un buen nivel de confianza entre la población del país; sin embargo, es también necesario impulsar otros elementos para realmente garantizar un incremento sostenido en el consumo. La generación de empleos formales, por ejemplo, es una pieza fundamental para permitir que haya un mayor gasto de los consumidores. Para ello es importante que no sólo los consumidores sientan confianza, sino también los empresarios, de manera que haya mayor inversión, más empresas y más empleos en el país.