Publicado en Animal Político.
I.-
Dos son los retos económicos que enfrentamos hoy. El inmediato: conseguir, en la medida de lo posible, que la actividad económica se deteriore lo menos posible, medida de lo posible que será menor que la deseable. El mediato: conseguir, nuevamente en la medida de lo posible, la reactivación del crecimiento, medida de lo posible que también será menor que la deseable.
El primer reto es conseguir que la situación económica empeore lo menos posible. El segundo, supuesto lo anterior, conseguir que mejore. En ambos casos el gobierno juega un papel importante que, hasta el momento, ha jugado mal.
II.-
Con relación al reto inmediato, conseguir que la situación económica empeore lo menos posible, debemos tener claro que la causa del deterioro es el aislamiento que se traduce en menos demanda por bienes y servicios, lo cual, más allá de cierto punto -que en muchos casos ya se alcanzó- genera pérdidas a las empresas que pueden traducirse en quiebras y pérdidas de puestos de trabajo y fuentes de ingreso que, por implicar una mayor caída en la demanda, refuerzan las presiones recesivas.
Una manera de enfrentar el problema es reduciendo costos de producción, entre los que se cuentan los impuestos, de tal manera que si el gobierno decretara una exención temporal de impuestos para las empresas ayudaría a mantener puestos de trabajo y fuentes de ingreso, la mejor manera de ayudar a la gente.
Si el gobierno decretara la exención temporal de impuestos a las empresas recaudaría menos, menor recaudación que debería compensar correctamente, o reasignando gastos innecesarios (Dos Bocas, Tren Maya, Santa Lucía), o recortando gastos injustificados (todos los clientelares). El resultado sería, o un mejor gasto del gobierno (mejor apoyar a empresas en problemas, con el fin de mantener puestos de trabajo y fuentes de ingreso, que construir elefantes blancos), o un menor gasto gubernamental (mejor eliminar gastos clientelares que mantenerlos).
Se puede argumentar que si el gobierno cancelara la construcción de Dos Bocas, Tren Maya y Santa Lucía quedarían sin trabajo e ingreso quienes hoy trabajan en tales obras, lo cual sería cierto, momento de preguntar que sería peor: que pierdan su trabajo y su ingreso quienes construyen elefantes blancos o quienes, trabajando en empresas privadas, producen bienes y servicios que los consumidores sí aprecian.
También puede argumentarse que si el gobierno eliminara los gastos clientelares, quienes reciben esos recursos dejarían de recibirlos, lo cual afectaría su bienestar, lo cual sería verdad, momento de preguntar que sería peor: que dejen de recibir ayuda clientelar quienes la reciben o que más gente pierda su puesto de trabajo y su fuente de ingreso.
Por último, se puede proponer que, además de no quitarles (exención de impuestos) el gobierno les dé a las empresas (otorgar subsidios). Al respecto dos puntos. Uno: si además de no quitarles les da, la reasignación y/o recorte del gasto gubernamental debería ser mayor. Dos: es más fácil, desde el punto de vista administrativo, no quitar (exención de impuestos) que dar (conceder subsidios).
El gobierno debe contribuir ayudando a reducir los costos de producción de las empresas, y la única manera directa que tiene para hacerlo es decretando la exención temporal de impuestos.
III.-
El reto mediato consiste en conseguir, en la medida de lo posible, la reactivación del crecimiento de la economía, con todo lo que ello implica en términos de creación de empleos y generación de ingresos.
El crecimiento de la economía se mide por el comportamiento de la producción de bienes y servicios para el consumo final, que depende de las inversiones directas, destinadas a producir bienes y servicios, crear empleos (para producir alguien tiene que trabajar) y generar ingresos (a quien trabaja se le paga), inversiones dependientes de la confianza de los empresarios, dependiente del Estado de Derecho, de que se reconozcan plenamente, definan puntualmente y garanticen jurídicamente sus derechos a la libertad para producir, ofrecer y vender, y a la propiedad sobre los medios de producción necesarios para poder producir, ofrecer y vender.
La reactivación del crecimiento de la economía depende de la confianza de los empresarios, confianza que la 4T ha quebrantado con arbitrariedades que van desde la cancelación de la construcción de NAICM hasta la consulta popular para decidir si se permite o no la terminación de la construcción de una planta cervecera en Mexicali, todo lo cual es propio del Estado de chueco, antítesis del Estado de Derecho.
La secuencia lógica, acorde a los principios y leyes de la economía y de la acción humana, es: Estado de Derecho igual a confianza empresarial, igual a inversiones directas, igual a producción de bienes y servicios (y creación de empleos y generación de ingresos), igual a crecimiento de la economía. No es difícil de entender, pero en la 4T, empezando por AMLO, no lo entienden.
IV.-
Llegado el momento, la única manera de reactivar el crecimiento de la economía será por medio de inversiones directas, no de más gasto gubernamental, como muchos proponen. Al respecto cuatro aclaraciones.
Primera: si el gobierno gasta más eso se traduce en una mayor demanda por bienes y servicios, no en una mayor producción de satisfactores, variable con la que se mide el crecimiento.
Segunda: si ese mayor gasto del gobierno se financia, o con más impuestos, o con más deuda interna, lo que el gobierno gasta de más es lo que los contribuyentes o acreedores gastan de menos y, en el agregado, no hay mayor demanda.
Tercera: para que, en el agregado, aumente la demanda, se necesita que el gobierno gaste más sin que nadie más gaste menos, para lo cual el aumento en el gasto debe financiarse, o con producción de dinero, o con deuda externa. Lo primero, gracias a la autonomía del Banco de México, no es posible: el gobierno no puede obligar al banco central a producir dinero y a dárselo para que lo gaste (lo cual, dicho sea de paso, es lo correcto). Lo segundo sí es posible, pero habrá que ver a qué tasa de interés, sobre todo ahora que las calificadoras están bajando la calificación de la deuda soberana (mayor riesgo de que el gobierno incumpla igual a mayor tasa de interés), y sin olvidar que lo que hoy se pide prestado deberá pagarse mañana.
Cuarta (que nos remite a la primera): suponiendo que el gobierno financie un mayor gasto con deuda externa, ello se traduciría en una mayor demanda por bienes y servicios, que no necesariamente se traduciría en un aumento en la producción, que sería consecuencia de la recuperación en las inversiones directas, que no se recuperarán hasta que los empresarios recuperen la confianza, algo que la 4T no entiende.
V.-
Hasta el momento el plan económico de AMLO para enfrentar la emergencia consiste en seguir aplicando los programas de asistencia social que ya estaban previstos. ¿Algo más? Nada más. Conclusión: no hay plan de apoyo económico, mucho menos el que urge, el de apoyo fiscal a las empresas, a puestos de trabajo, a fuentes de ingreso. El gobierno ha sido muy claro: el SAT no apoyará. Cito a Jorge Suárez-Vélez: “Dar estímulo fiscal para evitar el cierre de negocios y la quiebra de empresas no es una medida keynesiana, socialista o neoliberal. Es simplemente una medida de sentido común”, lo que le falta a la 4T.
Por lo que respecta a la reactivación del crecimiento, si llegado el momento se centrara en ejercer un mayor gasto gubernamental, la misma enfrentaría los inconvenientes ya mencionados, lo cual nos lleva a la misma conclusión: la única manera de reactivar el crecimiento de la economía es por medio del aumento en las inversiones directas del sector privado (las del gobierno son incapaces de sustituirlas de manera eficaz), no de un mayor gasto gubernamental.
Para terminar, tener claro que hágase lo que se haga se hará en la medida de lo posible, por lo que el resultado será menor que el deseado.