David Kaplan (@David_S_Kaplan)
Publicado en Animal Político.
A veces todos nos enfermamos de una gripa. En esos momentos, sufrimos de fiebre y cansancio. Podemos notar una correlación entre la fiebre y el cansancio—cuando me siento cansado tiendo a tener fiebre—y preguntarnos sobre la causalidad. ¿Genera el cansancio la fiebre o genera la fiebre el cansancio? No soy médico, pero entiendo que la principal explicación es distinta. Existe una enfermedad subyacente, en este caso un virus, que genera ambos síntomas.
Un caso similar se presenta al hacer una revisión rápida de los datos económicos de México, los cuales, revelan dos problemas serios, y seguramente relacionados. La productividad de México es baja y crece a un ritmo insuficiente o incluso con tasas negativas. México también tiene altas tasas de informalidad laboral, sustancialmente mayores que otros países de la región con niveles similares de PIB per cápita, a pesar de que se han visto algunas reducciones modestas en los últimos años. Igual que en el caso de la gripa, podemos preguntarnos si la informalidad es causa o consecuencia de la baja productividad.
Es posible que existan algunas relaciones directas de causalidad entre la informalidad y la productividad. Formalizar una empresa podría aumentar la productividad a través de un mayor acceso al crédito o mediante la posibilidad de emitir facturas. A su vez, un aumento en la productividad de una empresa seguramente hace que la empresa quiera crecer, lo que incentiva la contratación formal porque al aumentar su tamaño es más visible y detectable la contratación ilegal de trabajadores asalariados sin seguridad social.
No obstante, pienso que la explicación más importante de la relación entre la informalidad y la baja productividad es que, igual que el cansancio y la fiebre en el caso de la gripa, son dos síntomas de una enfermedad más profunda. En línea con buena parte del nuevo libro de Santiago Levy, pongo sobre la mesa la hipótesis de que los incentivos económicos que se derivan del marco fiscal, la regulación laboral, la falta del estado de derecho, la arquitectura de la seguridad social, y el bajo poder de negociación de los trabajadores, desincentivan la contratación y reducen la remuneración de trabajadores asalariados formales. Denominemos este conjunto de factores que desincentiva el trabajo asalariado formal “la enfermedad”. Dado que las empresas más productivas tienden a contratar a más trabajadores asalariados formales, los síntomas de esta enfermedad son muchas empresas que son simultáneamente improductivas e informales. Más preocupante aún es el hecho de que el libro de Levy presenta evidencia de que este problema—demasiado empleo e inversión en empresas improductivas que desproporcionadamente no tienen trabajadores asalariados formales—está empeorando.
¿Cuál es el vínculo entre la enfermedad y los síntomas? Las empresas pequeñas, que normalmente son menos productivas, pueden evadir las obligaciones patronales con sus trabajadores asalariados porque los esfuerzos de fiscalización se focalizan en las empresas grandes. Las empresas familiares, que simplemente no emplean a trabajadores asalariados y tienden a ser particularmente improductivas, tampoco tienen que preocuparse por la regulación laboral o los costos de seguridad social. La gran mayoría de trabajadores independientes, con niveles de actividad económica muy bajos en promedio, ni siquiera están registrados ante el SAT. Además, ningún trabajador independiente, registrado o no ante el SAT, está obligado a contribuir a la seguridad social. Aunado a estos factores, los programas no contributivos de seguridad social (por ejemplo, el Seguro Popular y la Pensión para Adultos Mayores), que excluyen explícitamente a los asalariados formales, subsidian toda la actividad económica que no implica la contratación de asalariados formales. Todos estos factores se combinan para poner en desventaja a las empresas que contratan a trabajadores asalariados formales, que tienden a ser las más grandes y las más productivas.
No obstante lo anterior, es importante señalar que no todas las empresas grandes son productivas. Tener empresas grandes que alcanzan su tamaño a través de prácticas monopólicas es claramente inconsistente con una agenda de productividad y las políticas públicas y el marco normativo deberían impedir que esto ocurra. Pero tener un marco legal/fiscal/laboral que fomente la generación de empresas que logran crecer gracias a su mayor productividad, es probablemente el reto más importante para aumentar la productividad y reducir la informalidad. Tampoco es cierto que todas las empresas pequeñas y/o familiares son improductivas, pero en muchos casos, la existencia de estas empresas se debe a la falta de empleos asalariados formales y bien remunerados. Si se fomentara simultáneamente la creación de empresas productivas y empleos asalariados formales con mejores salarios, un porcentaje importante de los que actualmente trabajan en el autoempleo o en empresas familiares transitarían con gusto al empleo asalariado formal.
Si el diagnóstico es correcto, varias políticas públicas podrían implementarse para tratar la enfermedad. La contratación de asalariados formales sería menos costosa con un sistema universal de seguridad social, financiado por impuestos generales en vez de por cuotas obrero-patronales, que permitiera otorgar a todos los mexicanos las prestaciones que hoy reciben los asalariados formales. Si la legislación laboral fuera más eficiente, evitando los costos innecesarios de juicios laborales largos y altamente susceptibles a casos de corrupción, también se reduciría el costo de contratar a asalariados formales y se fortalecería la defensa de los derechos laborales de los trabajadores. Si hubiera una fiscalización más uniforme de las obligaciones laborales, las empresas no tendrían incentivos a no crecer para evitar las inspecciones. Un marco fiscal más favorable para los asalariados formales también ayudaría.
Una de mis pocas discrepancias con las recomendaciones del libro de Levy es que pienso que hay un papel importante para las políticas orientadas a fortalecer el poder de negociación de los trabajadores, es decir, resolver el problema de monopsonio, para potenciar las políticas del párrafo anterior además de subir los salarios. Cuando los empleadores tienen demasiado poder en la relación obrero-patronal, según la teoría económica básica, el resultado es una reducción ineficiente del nivel de empleo. En este sentido, lejos de considerarse como desincentivos a la contratación, políticas para darle mayor poder a los trabajadores podrían promover el empleo asalariado formal. Cuatro ejemplos de políticas para fortalecer el poder de negociación de los trabajadores, sin generar distorsiones económicas, son: (i) la promoción de sindicatos fuertes y transparentes, (ii) la eliminación de prácticas colusorias entre empresarios de un sector para mantener los salarios bajos, (iii) la entrega de asesoría e información estadística a los trabajadores para que puedan buscar trabajo de la manera más efectiva posible, y (iv) el aumento significativo pero responsable del salario mínimo.
En conclusión, pienso que los problemas de informalidad y baja productividad son dos síntomas de la misma enfermedad. Esta enfermedad es el conjunto de factores que penalizan la contratación y remuneración de trabajadores asalariados formales. La buena noticia es que existen políticas que, además de incentivar el empleo asalariado formal, también mejorarían la protección social y fortalecerían los derechos laborales y el poder de negociación de los trabajadores. Si empezamos a evaluar cada propuesta de reforma tomando en cuenta esta perspectiva—si la reforma incentivaría o desincentivaría el empleo asalariado formal—estoy convencido de que podemos simultáneamente subir la productividad, mejorar los salarios, y reducir la informalidad. Dado que las empresas que contratan formalmente a trabajadores asalariados son (en promedio) las más productivas, un esfuerzo porque estas empresas reciban más inversión y mano de obra podría ser la política más importante para aumentar la productividad del país.
*David S. Kaplan es Especialista Sénior en la División de Mercados Laborales y Seguridad Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Forma parte del grupo de expertos de @MexicoComoVamos.