David Kaplan @David_S_Kaplan
Publicado en Animal Político
¿Es posible apoyar un aumento del salario mínimo?
Por: David Kaplan (@David_S_Kaplan)
La mayoría de los analistas del mercado laboral mexicano se pueden catalogar en dos grupos. El primero busca aumentar la productividad, lo que debería generar mayores salarios y mejores condiciones de trabajo. El segundo busca proteger y fortalecer los derechos laborales, incluyendo un aumento importante del salario mínimo, para que los trabajadores tengan empleos dignos. Por mi parte, estoy firmemente en ambos grupos—pienso que las dos agendas son necesarias, complementarias, y deben abordarse de manera simultánea. Por esta razón, quisiera explicar por qué estas dos posiciones no están necesariamente peleadas.
Tengo tres objetivos principales para esta columna. Primero, quiero señalar que apoyar un aumento del salario mínimo es consistente con un análisis económico riguroso. Segundo, quiero describir la ineficiencia económica que se genera cuando los empleadores tienen demasiado poder en el mercado laboral y, por lo tanto, por qué resolver este problema con un salario mínimo (entre otras maneras) puede ser parte de una agenda para mejorar la productividad del país. No digo que un poder excesivo de los empleadores sea el único problema que debemos resolver, pero pienso que es un problema importante. Tercero, quiero enfatizar que los posibles beneficios de aumentos del salario mínimo (y en general de protección al trabajador) tienen límites, es decir, una política de aumentos del salario mínimo sin límites está destinada al fracaso.
Un modelo económico en que el empleador escoge el salario que quiere pagar
Permítanme la ñoñez de describir un modelo económico sencillo de las contrataciones de una empresa. Ojo, el modelo que describiré no es el modelo icónico de competencia perfecta, pero es un modelo que todos los economistas conocemos bien. Supongamos que, con un salario de 100, solo hay una persona dispuesta a trabajar para la empresa. Si la empresa quiere contratar a un segundo trabajador, tiene que ofrecer un salario de 130 porque esta segunda persona no aceptaría un salario de 100. Además, para evitar conflictos entre empleados o porque la empresa no sabe cuál empleado aceptaría menos es necesario pagar 130 a ambos. Si la empresa quiere contratar a tres empleados es necesario pagar un salario de 160 a cada uno. El siguiente cuadro muestra la “curva de oferta” de la empresa, es decir, el salario que la empresa tiene que ofrecer para contratar a un determinado número de empleados.
Curva de oferta para una empresa hipotética |
|||
Número de trabajadores |
Salario |
Gasto laboral total |
Gasto marginal |
1 |
100 |
100 |
100 |
2 |
130 |
260 |
160 |
3 |
160 |
480 |
220 |
El cuadro también muestra el gasto laboral total de contratar a un determinado número de empleados. Este gasto total es simplemente el salario multiplicado por el número de empleados. Lo interesante es la columna de “gasto marginal”, que es el aumento del gasto laboral total asociado a la contratación de un trabajador adicional. ¿Cuánto le cuesta a la empresa, por ejemplo, la contratación del segundo trabajador? Este costo se puede separar en dos componentes. El primero es que la empresa tiene que pagar un salario de 130 al empleado adicional. El segundo es que tiene que aumentar el salario en 30 al empleado anterior (de 100 a 130). Si sumamos estos dos componentes, vemos que el gasto marginal (adicional) de contratar al segundo empleado es 160, aunque el salario es 130.
Ahora supongamos que cada empleado genera ingresos adicionales de 150 para la empresa. ¿A cuántos empleados contratará? La respuesta es, mientras el gasto marginal sea menor de 150, la empresa seguirá contratando a más personas. Según el cuadro, esta empresa solo contratará a un empleado, con un salario de 100, porque el gasto marginal de contratar al segundo es 160, lo que es mayor que el ingreso adicional que generaría de 150.
Cuando el empleador tiene demasiado poder, el resultado es ineficiente
El modelo descrito en los párrafos anteriores se llama monopsonio, sobre el cual he escrito aquí. Esta es una manera en que los economistas tratamos de incorporar la idea de que un empleador tiene “poder de mercado”, es decir, que la empresa decide el salario que quiere pagar en vez de simplemente aceptar el salario que se determina en el mercado laboral a nivel agregado. Este modelo se enseña en los cursos introductorios de economía, hasta en las aulas del ITAM, e implica una ineficiencia económica que un gobierno puede resolver con distintas intervenciones, incluyendo el famoso “subir los salarios por decreto”.
¿Por qué el resultado de este modelo es ineficiente sin la intervención del gobierno? Fíjense en el trabajador que estaría dispuesto a trabajar por un salario de 130. La contratación de esta persona aumentaría los ingresos de la empresa en 150. Si la empresa pudiera contratar a este empleado con un salario de 140 (sin cambiar el salario del primer empleado), sería mejor tanto para la empresa como para el trabajador. Sin embargo, esta contratación que mejoraría el bienestar del trabajador (pues ganaría un mejor salario) y las ganancias de la empresa (la diferencia entre lo que paga de salario y lo que el trabajador produce) no se lleva a cabo. Esta es la distorsión económica que se genera cuando el empleador tiene demasiado poder en la relación obrero-patronal, sin una intervención del Estado que corrija el problema.
¿Qué tiene que ver este modelo con la productividad del país? El resultado empírico más importante del nuevo libro de Santiago Levy es que la asignación de capital y trabajo a empresas es extremadamente ineficiente y estas ineficiencias están creciendo. Es decir, reasignar capital y trabajadores de unas empresas a otras aumentaría la productividad total del país. Esto es exactamente lo que vemos en el ejemplo de monopsonio—la reasignación del segundo empleado a la empresa con poder monopsónico, digamos desde una opción de autoempleo que genere ingresos de 130, aumentaría la productividad. El segundo empleado produciría 20 más en la empresa con poder monopsónico que produce en el autoempleo. Por esta razón, considero que la existencia de monopsonio en el mercado laboral podría ser parte de la explicación por el nivel insuficiente de empleos asalariados que Levy encuentra desde el punto de vista de la productividad.
¿Qué puede hacer el gobierno ante el problema de monopsonio?
Dado que monopsonio genera una ineficiencia económica, ¿qué puede hacer el gobierno para resolver el problema? Consideremos el impacto de un salario mínimo de 140. En este caso, el costo total de contratar a un trabajador sería 140 y el costo de contratar a dos sería 280 (gasto marginal de 140). No importa que estos dos trabajadores aceptarían un salario menor de 140 porque la ley lo prohibiría. Para contratar a tres empleados sería necesario pagar un salario de 160, mayor que el salario mínimo, para un costo total de 480 (gasto marginal de 200). Lo interesante es, dado que el gasto marginal para contratar al segundo trabajador sería 140, menos del 150 de ingreso adicional que cada trabajador genera, la empresa contrataría a dos empleados con este salario mínimo en vez de solo a uno sin un salario mínimo. El resultado de un salario mínimo en este ejemplo sería mayores salarios para los trabajadores, mayor contratación de empleados (asalariados), menores ganancias para la empresa, pero con mayor productividad para el país.
¿Pero realmente existe el poder monopsónico?
El modelo de monopsonio nos podría parecer interesante desde el punto de vista académico, ¿pero es relevante en la práctica para México? Mi respuesta es sí por tres razones. La primera es que hay varios estudios empíricos que encuentran un nivel importante de poder monopsónico en Estados Unidos (este y este por ejemplo). No veo por qué el monopsonio pueda existir en Estados Unidos pero no en México. La segunda es que el 76% de los sindicatos en México de jurisdicción federal son de protección patronal, es decir, no mejoran las condiciones de los trabajadores. En general no parece que los sindicatos mexicanos hagan mucho para fortalecer el poder de negociación de los trabajadores, aunque seguramente hay excepciones. La tercera es que, aun tomando en cuenta la productividad, el salario promedio en México es sorprendentemente bajo.
De ninguna manera pretendo convencerlos de que este modelo simple sea una descripción completa del mercado laboral de ningún país. Sin embargo, con base en la evidencia empírica, pienso que el modelo de monopsonio amerita al menos la misma atención que recibe el modelo icónico de competencia perfecta en que un salario mínimo solo puede reducir el empleo y generar distorsiones económicas.
Cuidado con las soluciones simplistas
Quiero agregar varios comentarios. Primero, el salario mínimo no es la única manera posible de resolver este problema de monopsonio. Un sindicato que realmente busca mejorar las condiciones laborales de sus agremiados, por ejemplo, sería otra opción. Segundo, aunque este modelo puede justificar un aumento moderado del salario mínimo, no justifica su uso desmesurado. Un salario mínimo de 175 en mi ejemplo de monopsonio haría que la empresa no contratara a ningún empleado. En la práctica, no sé a partir de qué nivel del salario mínimo se generarían problemas en el mercado laboral mexicano, pero sé que si seguimos aumentando el salario mínimo en términos reales, en algún momento empezaremos a hacer daño.
También quiero agregar que resolver el problema de monopsonio, es decir, equilibrar el poder de negociación entre empleadores y empleados, no es mi única recomendación para mejorar las condiciones laborales de los trabajadores y aumentar la productividad. Estoy totalmente de acuerdo con las recomendaciones de Levy de un sistema de seguridad social universal, financiado con impuestos generales, para reducir el costo laboral a través de menores cuotas obrero-patronales. Estoy a favor de una legislación laboral más eficiente respecto a los despidos, incluyendo un seguro de desempleo. También estoy a favor de reducciones del impuesto sobre la renta para trabajadores asalariados de bajos ingresos. Estoy a favor de muchas de las recomendaciones “neoliberales”, que en mi opinión no han sido implementadas en el mercado laboral. Pero, como parte de la agenda de aumentar la productividad, y para mejorar el bienestar de los trabajadores, estoy convencido de que se debe mejorar el poder de negociación de los trabajadores.
En conclusión, mi intención en esta entrada fue explicar, usando argumentos económicos, por qué pienso que políticas como el uso prudente del salario mínimo y el fomento de sindicatos efectivos pueden ser consistentes con una agenda para mejorar la productividad del país. También quise advertir que un uso exagerado de políticas como el salario mínimo u otras regulaciones laborales podrían ser contraproducentes. Si desincentivamos la contratación de trabajadores asalariados formales, todas las protecciones de la Ley Federal del Trabajo, incluyendo el salario mínimo, serán letra muerta. Por todo lo anterior, recomiendo que desconfiemos de soluciones demasiado simplistas como “desregulemos todo para que el mercado libre decida” o “subamos el salario mínimo muchísimo para que los trabajadores reciban lo justo”. La búsqueda de la regulación laboral óptima es una tarea compleja que requiere de mucho análisis y reflexión.
* David S. Kaplan es Especialista Sénior en la División de Mercados Laborales y Seguridad Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Forma parte del grupo de expertos de @MexicoComoVamos.