Por : Jonathan Heath (@JonathanHeath54)
Publicado en Animal Político.
Las fechas de inicio y terminación de las recesiones han sido tema de debate desde hace mucho tiempo, aquí en México como en la mayoría de los países. En principio, la discusión debería concentrarse en el ámbito académico mediante definiciones precisas, alimentada con indicadores económicos sólidos. Sin embargo, siempre termina contagiada por consideraciones políticas y muchas veces llegamos a escuchar argumentos nefastos, que no solamente desvirtúan la discusión, sino que lo trivializa. Esto es muy visible en Twitter, donde encontramos comentarios hirientes y hasta groseros. Para algunos, la negación de que estamos en una recesión es meramente una postura política que busca esconder una realidad, sin importar los datos duros. Para otros, es un debate sin sentido, ya que no importa la “etiqueta”.
¿Es importante definir correctamente una recesión y puntualizar su existencia? En mi opinión, es el equivalente a la importancia que debería dar un médico a distinguir claramente entre catarro, gripe, influenza y neumonía. Cada enfermedad tiene cierta dosis de peligro y demanda una atención distinta. El conocer exactamente donde nos ubicamos en el ciclo económico no solo permite tomar mejores decisiones de política económica, sino también ayuda al empresario a tomar medidas adecuadas en términos de producción, inventarios y ventas futuras, y al consumidor al enfrentar el mercado laboral y decisiones mayores de compra.
He escrito mucho sobre el tema desde hace varias décadas. Le dediqué un capítulo entero en mi libro “Lo que Indican los Indicadores”. La última vez fue aquí mismo en Animal Político en julio del año pasado. Casi siempre empiezo por recalcar la importancia de conocer y aceptar la definición original de hace casi 100 años y no trivializar el concepto mediante reglas mecánicas y mediáticas como la existencia de por lo menos un par de trimestres consecutivos con una tasa negativa del PIB.
Una recesión clásica, tal como lo definió el Buró Nacional de Investigación Económica (NBER) en Estados Unidos en la década de los veinte del siglo pasado, es una contracción significativa y generalizada en la actividad económica, que no solo sea visible en la producción industrial, las ventas al menudeo y el ingreso personal, sino que se extiende a los mercados laborales y cuya duración sea de por lo menos seis meses. De esta definición, se deriva por lo menos tres características esenciales: profundidad (significativa), difusión (generalizada) y duración (por lo menos seis meses). En otras palabras, no es suficiente observar cuatro trimestres consecutivos con tasas de -0.1 por ciento (con la cual se cumple cabalmente con el requisito de duración), sino también se debe considerar si la situación actual es lo suficientemente generalizada y si la contracción es realmente profunda. En 2019 el PIB disminuyó -0.1 por ciento. ¿Clasifica como una contracción profunda? El año pasado, 38 por ciento de los sectores económicos experimentaron tasas negativas, mientras que el mercado laboral no experimentó una situación que pudiéramos identificar con una recesión. ¿Conjugan estos datos como una contracción generalizada? Por ejemplo, en 2009, 70 por ciento de los sectores sufrieron tasas negativas. Por lo pronto, los datos duros no confirman la existencia actual de una recesión, pero al mismo tiempo, tampoco señalan lo contrario. Más bien, necesitamos más tiempo para acumular datos al respecto.
Como se puede apreciar, la afirmación de la existencia de una recesión requiere un análisis mucho más profundo. Ante este reto, en Estados Unidos el NBER estableció en 1978 un comité específico para establecer las fechas de los picos y valles del ciclo económico y así precisar los momentos de recesión y expansión en su economía. Posteriormente se conformaron comités similares en Canadá, Brasil, Japón, Inglaterra, España y la Zona Europea. En todos los casos, consisten en expertos sobre el tema que estudian a fondo los indicadores económicos disponibles para determinar si existe una recesión o no y precisar sus fechas de inicio y terminación. A mediados del año pasado, el INEGI convocó a un grupo técnico para recomendar las bases, reglas y logística para conformar un Comité de Fechado en nuestro país. Este grupo estudió las experiencias internacionales y analizó las opciones distintas durante siete meses. En enero de este año concluyeron con la recomendación amplia de que el INEGI convocara y organizara un Comité, mientras que formalmente entregaron un estudio al Presidente del INEGI que respalda dicha recomendación (disponible en la página del INEGI).
Este comité deberá arrancar en unos cuantos meses. Tengo mucha esperanza de que funcione bien y que contribuye sólidamente al debate. Estaremos pendientes.