En el blog de México, ¿Cómo Vamos? en Animal Político.
Crecer en un mundo estancado
Por: Valeria Moy (@ValeriaMoy)
En la historia reciente, específicamente después de la Segunda Guerra Mundial, la gran parte de la población en economías desarrolladas asumía que sus hijos viviría mejor que ellos. Durante la posguerra, se dieron muchos años (aunque en realidad pocos si extendemos el plazo algunos cuantos siglos atrás) de crecimiento económico sostenido. El momento histórico permitió que se reunieran condiciones que propiciaron una época de crecimiento boyante: la reconstrucción de ciudades y países que implica gasto, inversión y generación de empleos; una alta tasa de crecimiento poblacional; mayores beneficios como seguridad social o transferencias gubernamentales. Los padres confiaban en que sus hijos tendrían acceso a mejores oportunidades y a un mejor nivel de vida. Y en términos generales, eso sucedió.
Hoy ese ya no es el caso. De acuerdo a un reporte del McKinsey Global Institute, entre 65 y 70% de los hogares en 25 economías desarrolladas –que representan la mitad de la producción global-, se encuentran en niveles de ingreso (incluyendo ingreso laboral y por capital) que se han mantenido, en el mejor de los casos, estancados, entre 2005 y 2015, aunque en algunos casos han disminuido. Los casos extremos fueron Italia, donde prácticamente toda la población vivió una caída en sus ingresos, y Suecia, donde únicamente 20% de la población observó baja o estancamiento en los mismos. Este porcentaje corresponde a entre 540 y 580 millones de personas. El cambio es radical. Únicamente 10 millones de personas sufrieron el mismo fenómeno en los 12 años previos.
Parte de la explicación a este estancamiento, radica en la fuerte contracción económica que vivió el mundo después del 2008. Pero es solo una parte. Hay muchos factores que están cambiando simultáneamente. Las familias son más chicas y el mercado laboral está cambiando rápidamente. La migración cada vez mayor hacia trabajos automatizados le pone aún más presión a la creación de empleos.
La automatización cambiará la dinámica laboral y sin duda, el perfil de la gente necesario para ocupar esos empleos. Hay pronósticos sombríos, pero también los hay halagüeños. Quizá sea muy pronto para vislumbrar la magnitud y los sentidos de estos cambios y la dificultad aumenta al ser cambios para los cuales ya nos tendríamos que estar preparando.
Pero el estudio mencionado también presenta resultados que no sorprenden. Los jóvenes con poca preparación académica han sido los más perjudicados. Los que logran estar empleados han observado disminuciones en su ingreso real, pero otro grupo se mantiene desempleado. Ellos sí vivirán en peores condiciones que en las que viven sus padres.
México es parte de este mundo y estamos inmersos en un momento histórico de bajo crecimiento global, cambios en las dinámicas poblacionales y revolución tecnológica. Pero es no significa que estemos en la misma situación que las economías desarrolladas. México está en un estadio de desarrollo distinto. Tenemos menor PIB y menor PIB per cápita. Únicamente por el efecto de niveles y tasas, eso nos debería permitir crecer a tasas sustancialmente mayores a las que llevamos creciendo los últimos 25 años.
Nuestra pirámide poblacional aún muestra una base más ancha. Si estuviéramos listos –que no lo estamos- podríamos aprovechar ese bono demográfico, esa juventud que puede trabajar para procurar un mayor crecimiento. Pero desafortunadamente no es así. Los niños de hoy en México enfrentarán, en un futuro no muy lejano, una demanda por habilidades que no tienen. El sistema educativo en México –el público de forma más pronunciada, pero también el privado- no los está dotando de capacidades como pensamiento crítico, toma de decisiones, flexibilidad cognitiva, solución de problemas complejos. Las habilidades son mucho más complejas, y a la vez más sutiles, que tener la primaria o la carrera terminada.
Nuestro sistema productivo está lleno de obstáculos y barreras. Hay que imaginar la posibilidad de hacer negocios con una infraestructura funcional; pensar que puedes construir una casa o un local comercial sin tener que dar mordida para que se aprueben los permisos de construcción; suponer que las reglas son claras y aplicables a todos por igual; que no hay impunidad y que los gobernantes están ahí para buscar la aplicación de la ley; que el gasto del gobierno contribuye y no le cuesta al crecimiento. No sé cuántos puntos del PIB esto representaría, pero no tengo ninguna duda de que las cosas mejorarían.
Estamos en un mundo con bajo crecimiento cuyas razones no terminamos de comprender. Pero no podemos perder de vista que México está todavía en otro lugar, todavía hay muchas cosas que podemos hacer. La pregunta interesante es por qué no las hacemos.
* Valeria Moy es directora de @MexicoComoVamos y profesora de Economía en el ITAM.
[1] http://www.mckinsey.com/global-themes/employment-and-growth/poorer-than-their-parents-a-new-perspective-on-income-inequality