Por: Bárbara Carrillo
Si se intercambia la estampa del Chicharito por 3 estampas de jugadores europeos, significa que la estampa del Chicharito vale 3 veces lo que los otros jugadores. Así, la escasez o abundancia de ciertas estampas hace que los precios relativos varíen.
Cuando hablamos de precios relativos podemos pensar en el tipo de cambio, en términos de intercambio o en algo tan simple como cuántos tacos se tienen que dejar de consumir para poder comprar una hamburguesa. El precio relativo es un concepto indispensable para entender el funcionamiento de los mercados, puede ser suficiente para explicar por qué subieron las ventas de un negocio o por qué un país tiene déficit comercial. En estos días podemos aprender mucho de precios relativos al buscar completar el álbum Panini del Mundial Rusia 2018.
Desde 1970 que surge el álbum del mundial, hemos vivido momentos emocionantes al adquirir aquella estampa tan deseada o al intercambiar un jugador repetido por varios jugadores que nos hacían falta. He ahí una extraordinaria y divertida manera de entender los precios relativos: si se intercambia la estampa del Chicharito por 3 estampas de jugadores europeos, significa que la estampa del Chicharito vale 3 veces lo que los otros jugadores. Así, la escasez o abundancia de ciertas estampas hace que los precios relativos varíen. Al cabo de unas semanas niños y adultos han aprendido, tal vez sin darse cuenta, este importante concepto. Rápidamente la gente reconoce que las estampas de ciertos jugadores valen más que otras, como hace 12 años cuando aprendimos que algunos hologramas llegaban a valer hasta 20 jugadores coreanos, incluyendo al que se pintó el pelo de amarillo que era el único que reconocíamos.
Las memorias de la infancia y juventud incluyen intercambios donde un consumidor desesperado estaba dispuesto a dar “todo su bonche” a cambio de un jugador famoso, casi como decir que el precio relativo de ese jugador tiende a infinito. Incluso se llegaba a intercambiar ciertas estampas por dinero en efectivo o por otros bienes. En lo personal, tuve la suerte de aprender de precios relativos en la primaria con un afortunado intercambio de tarjetas de futbol americano. La verdad es que mi mamá se enojó muchísimo porque creía que alguien me había pagado por una sola estampa lo suficiente para comprar unos patines importados. Mi papá le explicó cómo el hecho de que muchísima gente quisiera la tarjeta de Roger Staubach unido al hecho de que habían impreso muy pocas tarjetas de este jugador hacía perfectamente honorable mi intercambio. Incluso le dijo: “apuesto a que quien le pagó piensa que hizo un gran negocio”. Mi padre, ingeniero civil, estaba explicando a su manera que en una transacción comercial ambas partes reciben un excedente; con palabras sencillas explicaba cómo al establecerse los precios relativos y crearse un mercado es posible alcanzar una asignación de recursos superior en el sentido de Pareto, ya que ambas partes mejoran.
Pero algo cambió en el mundial 2014: la gente llenó el álbum mucho más rápido que en años anteriores. Por alguna razón no había estampas de jugadores que no se encontraban, esas que nadie tenía. El resultado es que fue mucho más sencillo y rápido para la mayoría de los fanáticos completar el álbum. En entrevistas en diferentes partes del mundo, los representantes de Panini afirmaron con una sonrisa que era un mito eso de que había ciertas estampas escasas, repetían la frase: existe la misma posibilidad de que te salga Falcao, Messi o Ronaldo de que salga un jugador de Irán. Este hecho me entristece. Entiendo que la empresa busque mantener al cliente y eso se logra si se siente la satisfacción de completar el álbum, pero lamentablemente están desapareciendo una de las maneras más divertidas de entender los precios relativos.
Espero que al menos utilicen otras tácticas para alargar el tiempo requerido para completar el álbum. Podrían, por ejemplo, regresar a esa época en la que cada dos semanas salían estampas nuevas. Recuerdo aquella sensación de “ya sólo faltan tres días para que salgan las nuevas estampas”. Eso hacía que la diversión durara meses y, sobre todo, que se viera de manera clara cómo la escasez hace que los precios relativos cambien. Un jugador escaso en las primeras semanas llegaba a valer 5 ó 10 de las estampas “fáciles”, pero al salir la edición con muchas de sus estampas su precio relativo se desplomaba llegando a ser igual a uno cuando se intercambiaba por una sola estampa o, incluso, podía ser menor a uno cuando esa estampa pasaba a ser parte del bonche intercambiado por otra estampa aún escasa.
El intercambio, pues, hace que ambas partes obtengan un excedente. Cuando escuchamos a aquel candidato hacer promesas de campaña para limitar el libre comercio nos surge la pregunta: ¿será ignorancia o simplemente no está interesado en el bienestar de la gente?
* Bárbara Carrillo es profesora de economía en el ITAM y forma parte del grupo de expertos de @MexicoComoVamos.